En los dos años que siguieron, Teach se labró su reputación de pirata del Caribe, si bien la verdad es que operó más bien poco en estos lares; sus áreas de operación fueron en aguas de Virginia y las Carolinas, en la costa oriental de Norteamérica, que en aquel tiempo eran más concurridas. Tampoco es cierto que se dedicara a expoliar principalmente barcos españoles, de hecho su carrera en solitario comienza con el hundimiento del mercante inglés Great Allen frente a la costa norteamericana, y el posterior combate con el barco de guerra británico Scarborough, del que tuvo que huir pero que le valió su sobrenombre de Barbanegra. En aguas de Honduras, Teach firmó un tratado para operar junto a otro pirata que se había hecho bastante famoso por aquellos tiempos, Stede Bonnet, un plantador de Barbados del que se cuenta que se hizo filibustero para escapar de una esposa demasiado irritante. Pronto Barbanegra visualizó de que en realidad su colega no sabía gran cosa de navegación, de manera que se convirtió en el verdadero jefe de aquella sociedad que abordaba cargueros ingleses y luego vendía el botín en las colonias americanas a precios más bajos, lo que hacía que los americanos estuviesen bastante bien dispuestos en principio hacia los piratas, a quienes recibían con agrado en sus ciudades y consideraban al ramo como algo parecido a héroes románticos.
En enero de 1718 Barbanegra se presentó con una flotilla de cuatro barcos ante Charleston y durante una semana se dedicó a saquear cuantos barcos entraban en el puerto, haciéndose de paso con un buen número de rehenes que acabó cambiando por medicinas para sus hombres ante la impotencia del gobernador de la ciudad. Previamente les había expoliado de todos sus bienes y objetos de valor que poco después vendía, junto al botín de los barcos abordados, a los colonos de Carolina del Norte. En Carolina se enteró de que el rey había promulgado otro perdón para piratas de manera que, tras robar el botín de Bonnet, hundió el Queen Anne´s Revenge y se estableció como plantador en Bathtown, Carolina del Norte. Para ello tuvo que afirmar que su botín procedía en realidad de saquear a españoles y franceses y no al mismo rey que le daba el perdón, lo que no parece que fuese desmentido por los americanos que conocían de sobra sus fechorías. Buscando respetabilidad, Teach se casó con la hija de otro plantador de la zona (aunque se dice que tenía otras catorce mujeres “legítimas); sin embargo, parece que la vida sedentaria no le gustó demasiado porque en junio de 1718 se embarcó de nuevo con sus hombres y se dedicó a vender “protección” a los barcos que navegaban por la zona a la manera de los gangsters del Chicago de los años 20. Tampoco ese negocio le satisfizo durante mucho tiempo, y pronto volvió a saquear directamente los barcos, vendiendo luego sus mercancías en contubernio con el gobernador Charles Eden y su secretario Tobías Knight. Finalmente, en octubre, empezó a saquear con una pequeña balandra -la Adventure-, las plantaciones de algodón de las orillas del río James, en Virgina. El gobernador de este estado, Alexander Spotswood, menos tolerante que Eden, mandó rápidamente dos fragatas a la desembocadura del río: Barbanegra logró escabullirse milagrosamente y se refugió en la bahía de Ocranoke. El 20 de noviembre se encontró con otra balandra al mando del teniente de navío Maynard quién, tras un duro combate, le cortó la cabeza y volvió triunfante a Bathtown con ella colgada en el bauprés de su nave.
Como sucede con este tipo de personajes, su muerte no fue sino el principio de la leyenda. Las historias contadas en vida sobre aquel gigante que abordaba los barcos con mechas de cañón encendidas atadas a su barba, y que no tenía piedad con cualquiera que le hiciese frente, empezaron a cobrar vida propia. Su pacto con Satanás, seguramente publicitado por él mismo para aumentar el terror que infundía en los tripulantes de los barcos y, sobre todo, el tesoro que presuntamente enterró tras hundir el Queen Anne´s Revenge, le han hecho figurar en el imaginario popular como el arquetipo del pirata, aunque en realidad la época en la que galeones llenos de oro eran saqueados por otros piratas hubiese pasado hacía muchos años y sus presas fuesen la mayoría de las veces cargamentos de ron o de objetos manufacturados en Gran Bretaña con destino a sus colonias americanas. Aún así, todavía hoy hay quien busca un tesoro que casi seguramente nunca existió.
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