Hace unos tres mil años un meteorito con una masa que rondaba entre las 30 y 80 toneladas métricas sería atraído por la gravedad terrestre y, tras ingresar en la atmósfera, dejaría una estela de fuego vista en casi toda Europa del norte y central. Al poco tiempo, se fragmentaría y separaría en nueve partes, impactando una de ellas en la isla de Saaremaa (actual Estonia) y generando una explosión de 20 kilotones. Instantáneamente se incineraría un radio de seis kilómetros de bosques, creando una columna de humo y polvo que cubriría el sol completamente por varios días y la cual podía ser vista incluso desde el Mar del Norte. El cráter principal crearía un lago de 22 metros de profundidad y 110 de diámetro.
No es de extrañar que a partir de esto el fuego no sólo iluminara la fría noche de las tierras nórdicas, sino también las mentes y corazones de miles de personas a lo largo de cientos de kilómetros que, ante tan única vista, sólo podían explicar lo sucedido a partir de una intervención divina. Fue así que infinidad de leyendas comenzaron a formarse a partir del suceso, dando origen a varias de las religiones nórdicas y bálticas y logrando qué, no de manera sorpresiva, el fuego, el hierro y los martillos que golpeaban la Tierra sin clemencia, se convirtieran en un tópico recurrente en las historias épicas y heroicas del a región. Para los finlandeses, la malvada Louhi, reina de las míticas tierras heladas de Pohjola, robaría el sol obligando al heroico Ukko a crear un nuevo sol a partir de una enorme chispa, pero la chispa cae por acción maligna a la Tierra generando destrucción y fuego en el proceso, razón por la cual durante siglos al cráter principal se lo consideraba como el lugar donde el sol mismo chocó contra la Tierra. No obstante, es interesante ver las ramificaciones y las conexiones que el meteorito tuvo con la formación de la leyenda de Thor, dios del trueno, que con su poderoso martillo, el Mjöllnir, sacudía la tierra, y quién viajaba por los cielos en una carroza de fuego que llegaba a enceguecer.
No es de extrañar que a partir de esto el fuego no sólo iluminara la fría noche de las tierras nórdicas, sino también las mentes y corazones de miles de personas a lo largo de cientos de kilómetros que, ante tan única vista, sólo podían explicar lo sucedido a partir de una intervención divina. Fue así que infinidad de leyendas comenzaron a formarse a partir del suceso, dando origen a varias de las religiones nórdicas y bálticas y logrando qué, no de manera sorpresiva, el fuego, el hierro y los martillos que golpeaban la Tierra sin clemencia, se convirtieran en un tópico recurrente en las historias épicas y heroicas del a región. Para los finlandeses, la malvada Louhi, reina de las míticas tierras heladas de Pohjola, robaría el sol obligando al heroico Ukko a crear un nuevo sol a partir de una enorme chispa, pero la chispa cae por acción maligna a la Tierra generando destrucción y fuego en el proceso, razón por la cual durante siglos al cráter principal se lo consideraba como el lugar donde el sol mismo chocó contra la Tierra. No obstante, es interesante ver las ramificaciones y las conexiones que el meteorito tuvo con la formación de la leyenda de Thor, dios del trueno, que con su poderoso martillo, el Mjöllnir, sacudía la tierra, y quién viajaba por los cielos en una carroza de fuego que llegaba a enceguecer.
Sin embargo, lo más interesante es que del meteorito se extraería hierro para construir espadas, razón por la cual, y por causas que aun los historiadores aun no han podido esclarecer, algún grupo, quizás por motivos religiosos o evitar que se robasen fragmentos del meteorito, intentó preservar el meteorito construyendo una gran pared circular encerrando al cráter. Hoy de ello solamente quedan vestigios.
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