Los neurocientíficos rusos de mediados y principios del siglo XX estuvieron convencidos de la existencia de “patrones de genialidad” en el cerebro humano. Creían, que ciertos aspectos estructurales del mismo eran los responsables de diferenciar a un estúpido -según términos médicos de la época- de un físico o un matemático. Con esto en mente, el neurocientífico Vladimir Bekhterev, utilizaría su influencia durante el Congreso de Neurólogos y Psiquiatras de 1927 para proponer la creación de una colección denominada “El Panteón de cerebros”. Colección singular por demás, ya se encargaría de colectar los cerebros de grandes genios, con el fin de habilitar su estudio e investigación por generaciones futuras.Irónicamente Bekhterev moriría pocos días después de la fundación del centro bajo “causas misteriosas” siendo registrada su muerte como un problema gastrointestinal y enterrado sin autopsia alguna -la causa real: se atrevió a diagnosticarle paranoia a Stalin-. Su pesado cerebro, de 1720 gramos, mientras tanto, se convertiría en la primer pieza de la colección.
La empresa sería retomada en 1928 por Vogt y varios otros investigadores, reorganizándose en el Instituto de Investigación Cerebral de Moscú. Prontamente una ardua cosecha de cerebros tendría lugar. Catalogados junto a una lista de logros y su respectiva biografía, los cerebros de políticos destacados, músicos y poetas, pero principalmente científicos -con una predilección hacia los matemáticos- irían siendo recolectados y tomarían morada en el lugar.
Distintos tipos de estudios serían realizados y compilados en una base de datos interna del instituto. Desde fraccionamiento en películas de porciones cerebrales, hasta estudios sobre fisiología e histología cerebral y estructurales. Siendo, desafortunadamente, perdidos varios de éstos documentos y una considerable cantidad de cerebros dañados a causa del mal cuidado con el paso del tiempo, especialmente durante la caída de la Unión Soviética.
No obstante, si algo puede acreditársele al Instituto, como remarca el mundialmente famoso Oliver Sacks, es que fue uno de los primeros centros de investigación neurológica en tener una perspectiva completamente biológica de la razón y la inteligencia humana, dejando de lado el sin fin de explicaciones metafísicas y espirituales que gobernaban la neurología occidental de los años 20s y 30s.
El último cerebro en engrosar la colección sería agregado en 1989, y pertenecería al famoso físico nuclear Sakharov, ganador de un premio Nobel en 1975. Según los registros del centro, podía leerse “Sakharov (1440g)”.
Nota curiosa: Una anécdota que quizás merece su tema propio, es el estudio realizado al cerebro de Lenin, tarea encargada al mismísimo Vogt unos años antes de la creación formal del instituto, y para la cual éste debería emplear más de un año con el fin de cortar el cerebro del susodicho en más de 34 mil finas películas y a su vez encontrar algo singular o genial en el mismo para dejar “contento al partido”.










Los geólogos especulan que en el pasado remoto un subcontinente que se desplazaba hacia el norte chocó contra Asia. El impacto arrugó enormes secciones del lecho rocoso como si fuera papel de aluminio y elevó la corteza terrestre formando la cordillera del Himalaya. Se opina que la colisión de los continentes reactivó varias de las profundas zonas de fractura siberianas, una de las cuales se conoce con el nombre de fosa del Baikal. Con el tiempo, los cursos de agua procedentes de las montañas colindantes depositaron en esta falla más de siete kilómetros (cuatro millas) de sedimentos. Luego, el agua la colmó y dio lugar al lago actual. Hoy, más de trescientos ríos y arroyos desembocan en el Baikal, pero solo uno, el Angara, nace de él.
Hay quien se pone nervioso cuando navega por el lago Baikal debido a que sus aguas cristalinas permiten ver hasta 50 metros (150 pies) de profundidad, como si no hubiera nada de por medio. La calidad del agua está a cargo de un ejército de cangrejos minúsculos llamados episura que la filtran, lo que elimina las algas y bacterias que enturbian muchos lagos. En la tarea también colaboran múltiples especies de crustáceos que deambulan devorando desechos orgánicos que de otro modo se descompondrían. El agua alcanza tal pureza que hace unos veinte años, cuando se recogió una muestra para analizarla, fue el recipiente de vidrio el que la contaminó. Las aguas del lago no solo son célebres por su transparencia, sino que, además, poseen un alto contenido de oxígeno. En sus frías y límpidas aguas crece un bosque submarino. Un tipo de esponjas verdes se ramifican como si fueran corales y dan cobijo a una multitud de pequeñas criaturas. Por otra parte, infinidad de organismos amantes del calor se agrupan alrededor de las fuentes hidrotermales. Mil quinientas de las más de dos mil especies que pueblan el lago solo pueden encontrarse en el Baikal.