abril 30, 2009

La Tierra es hueca

“Saint Louis, Territorio del Missouri. América del Norte, 10 de abril (de 1818). Al mundo entero, declaro: que la Tierra está hueca y habitada interiormente, que contiene varias esferas concéntricas sólidas, situadas unas dentro de otras, y que está abierta en el Polo, de los doce a los dieciséis grados. Me comprometo a demostrar la realidad de lo que afirmo y estoy dispuesto a explorar el interior de la Tierra, si el mundo acepta ayudarme en mi empresa”. Quién así habla no es el verniano profesor Otto Lidenbrock, de Viaje al centro de la Tierra, sino el mucho más real Jonathan Cleeves Symnes, ex capitán de infantería del ejército de EE. UU. y belicoso defensor de la Teoría de la Tierra Hueca, en carta abierta a los miembros del congreso estadounidense, los directores de las principales universidades y los hombres más sabios del momento.
Symnes afirmaba que todos los planetas son huecos, y que en el caso de la Tierra existen cinco esferas concéntricas, colocadas una dentro de otra, como si se tratase de las famosas muñecas rusas. La superficie de cada una de estas esferas sería perfectamente habitable, y se podría transitar entre ellas a través de dos grandes agujeros situados en los polos. Aunque en pleno siglo XXI la teoría puede parecer descabellada, en 1824 el Congreso de los Estados Unidos debatió la propuesta de enviar una expedición al Polo para comprobar su veracidad, recibiendo 25 votos afirmativos.

Realmente, Symnes no decía nada nuevo. Muchas religiones han considerado la Tierra como hueca, situando en sus entrañas otro mundo habitado por los muertos y los espíritus. Es el caso, por ejemplo, del Cristianismo; ahí están los infernales círculos concéntricos que Dante atraviesa en la Divina Comedia hasta llegar al último de ellos, aquel en el cual Lucifer prisionero devora las almas de los mayores pecadores.
Poetas y teólogos aparte, el más ilustre antecedente de Cleeves Symnes es Edmund Halley, el descubridor de la órbita del cometa de mismo nombre. Partiendo de las variaciones del campo magnético terrestre a lo largo del tiempo, desarrolló la idea de que la tierra estaba formada por una serie de esferas concéntricas, habitadas por seres humanos y por bestias. Las esferas interiores tendrían una atmósfera luminosa, de la cual la Aurora Boreal sería una emanación.
En la segunda mitad del siglo XIX, surge una variante de la Teoría de la Tierra Hueca, proclamada por el americano Cyrus Read Teed, y según la cual nosotros no viviríamos en el exterior de la Tierra sino en su interior, en la parte cóncava. Teed creó una religión con su teoría. Tras cambiar su nombre por el hebreo Koresh, fundo una pequeña comunidad en Florida en la cual se dedicó a predicar la verdad a sus 250 fieles hasta el día de su muerte, que tuvo lugar en 1908.

En 1914 un aviador alemán llamado Bender descubre por casualidad en París las tesis de Teed y decide desarrollarlas. Según su visión, en el núcleo de esa esfera cóncava en la que vivimos quedarían situados el Sol y la Luna (mucho más pequeños de lo afirmado por la Astronomía), y un Universo Fantasma, formado por un gas azulado y unos brillantes granos de luz a los cuales llamamos habitualmente estrellas. A nuestros pies, un infinito de tierra y roca.
La teoría de Bender se hace popular durante los años 30, llegando a oídos de los delirantes jerarcas nazis, que creen de forma seria en su veracidad. Cuentan que en 1942 Goering, Himmler y Hitler enviaron una expedición comandada por el doctor Heinz Fisher, experto mundial en rayos infrarrojos, a la isla báltica de Rugen. Su misión consistía en apuntar hacia el cielo sofisticados aparatos de observación, en un ángulo de 45 grados, para así obtener señales de la flota inglesa anclada en Scapaflow, al otro lado de la supuesta concavidad terrestre. Por supuesto, el experimento no tiene éxito, marcando el punto de inflexión de las teorías de la tierra cóncava entre los dirigentes del Tercer Reich. Con el tiempo, el propio Bender acabará sus días en un campo de concentración.

Sin embargo, la Teoría de la Tierra Hueca alcanzará más éxito que su variante cóncava y nunca le faltarán seguidores, aunque en los años 20 el intrépido aviador Richard E. Byrd sobrevuele por primera vez el Polo Norte (1926) y el Polo Sur (1929) sin notificar la presencia de esos supuestos pasos a las esferas inferiores. Al menos sin notificarlo oficialmente, ya que la rumorología esotérica afirma que el piloto voló accidentalmente al interior de la corteza terrestre, llegando a un continente verde y misterioso. Circula en Internet un supuesto diario secreto del aviador, La Tierra Interior. Mi diario secreto, con toda la pinta de ser apócrifo, en el cual narra su odisea en ese mundo perdido bajo los polos. Byrd sobrevuela verdes montañas y ríos, y distingue un animal que desde la distancia identifica como un mamut, antes de llegar a una ciudad futurista que le parece “sacada de un escenario de Buck Rogers”. Es interceptado entonces por unos hombres que pilotan aeronaves discoidales y que tras darle por radio la bienvenida le indican que aterrice. Una vez en la ciudad, Byrd es conducido ante su líder. El hecho de que los edificios estén decorados con una especie de esvásticas, de que todos sus habitantes sean rubios y altos, hablen en un idioma aparentemente germánico y se autodenominen Arianni, resulta poco verosímil. Pero no hay de qué preocuparse, los Arianni resultan ser pacíficos, y transmiten a Byrd un mensaje claramente antibélico. Según su líder, a los humanos de la superficie nos espera una larga edad oscura hasta que comprendamos la futilidad de la guerra, pero cuando eso pase ellos saldrán del mundo interior para ayudarnos. El piloto, después de recibir el encargo de transmitir estas palabras al mundo, es conducido de vuelta a su avión y guiado amablemente hasta la superficie. Posteriormente, el Pentágono le ordenará guardar silencio sobre su aventura, privándonos de la revelación del líder de los Arianni. La historia es muy fantasiosa, aunque no deja de tener un punto sugerente.

Como se ve, la concepción de la Tierra como una esfera hueca con otros mundos en su interior realiza a lo largo de los tiempos un viaje de ida y vuelta: primero del mito a la ciencia, después de regreso al mito.

abril 29, 2009

La doctrina del shock

El libro de Naomi Klein, La doctrina del shock, establece que la teoría del shock en los individuos (como cuando los pacientes con problemas mentales eran reducidos mediante electroshocks) funciona de la misma manera con sociedades enteras. El shock puede ser un desastre natural, un ataque terrorista, una guerra (o una epidemia), lo que nos convierte a todos en niños desorientados en búsqueda de líderes que nos protejan.

Después del shock, los individuos se muestran más propensos a obedecer: "El estado de shock es temporal por definición, y la mejor manera de permanecer orientado y resistir el shock es saber qué es lo que te está pasando y por qué".

abril 27, 2009

H. R. Giger


Nació el 5 de febrero de 1940. Empezó como decorador de interiores y luego pasó a la creación artística propiamente dicha. Pero lo que realmente le abrió las puertas fue la película “Alien: El octavo pasajero”, para la cuál contribuyó con el concept art. Hasta hoy ha participado con sus diseños en más de 8 películas, videoclips, 11 portadas de discos y tiene un museo en su honor en Friburgo, Suiza.




















abril 23, 2009

Derinkuyu

La Capadocia turca esconde un enigma arqueológico de primer orden: una red de ciudades subterráneas que los expertos aún no saben con certeza ni por quién ni para qué fueron excavadas.


En 1963, un habitante de Derinkuyu (en la región de Capadocia, Anatolia central, Turquía), derribando una pared de su casa-cueva, descubrió asombrado que detrás de la misma se encontraba una misteriosa habitación que nunca había visto; esta habitación le llevó a otra, y ésta a otra y a otra… Por casualidad había descubierto la ciudad subterránea de Derinkuyu, cuyo primer nivel pudo ser excavado por los hititas alrededor del año 1400 a.C.
Los arqueólogos comenzaron a estudiar esta fascinante ciudad subterránea abandonada. Consiguieron llegar a los cuarenta metros de profundidad, aunque se cree que tiene un fondo de hasta 85 metros. En la actualidad se han descubierto 20 niveles subterráneos. Sólo pueden visitarse los ocho niveles superiores; los demás están parcialmente obstruidos o reservados a los arqueólogos y antropólogos que estudian Derinkuyu.
La ciudad fue utilizada como refugio por miles de personas que vivían en el subsuelo para protegerse de las frecuentes invasiones que sufrió Capadocia, en las diversas épocas de su ocupación, y también por los primeros cristianos. Los enemigos, conscientes del peligro que encerraba introducirse en el interior de la ciudad, por lo general intentaban que la población saliera a la superficie envenenando los pozos.
El interior es asombroso: las galerías subterráneas de Derinkuyu (en las que hay espacio para, al menos, 10.000 personas) podían bloquearse en tres puntos estratégicos desplazando puertas circulares de piedra. Estas pesadas rocas que cerraban el pasillo impedían la entrada de los enemigos. Tenían de 1 a 1,5 metros de altura, unos 50 centímetros de ancho y un peso de hasta 500 kilos. Además, Derinkuyu tiene un túnel de casi 8 kilómetros de largo que conduce a otra ciudad subterránea de Capadocia, Kaymaklı. De las ciudades subterráneas de esta zona hablaba el historiador griego Jenofonte. En su obra Anábasis explicaba que las personas que vivían en Anatolia habían excavado sus casas bajo tierra y vivían en alojamientos lo suficientemente grandes como para una familia, sus animales domésticos y los suministros de alimentos que almacenaban. En los niveles recuperados se han localizado establos, comedores, una iglesia (de planta cruciforme de 20 por 9 metros, con un techo de más de tres metros de altura), cocinas (todavía ennegrecidas por el hollín de las hogueras que se encendían para cocinar), prensas para el vino y para el aceite, bodegas, tiendas de alimentación, una escuela, numerosas habitaciones e, incluso, un bar. La ciudad se beneficiaba de la existencia de un río subterráneo; tenía pozos de agua y un magnífico sistema de ventilación (se han descubierto 52 pozos de ventilación) que asombra a los ingenieros de la actualidad.

A Andrew Collins, un experto en misterios de civilizaciones desaparecidas, Demir le había hecho ver algo: que algunas de las zonas más antiguas de ese entramado eran más altas que las modernas. Como si hubiesen sido acondicionadas para personas de mayor estatura. Él creía que podía remontar su antigüedad al Paleolítico. «Collins me propuso una explicación», recuerda Demir. «Cree que, hacia el noveno milenio antes de Cristo, Turquía sufrió una breve era glacial que duró 500 años. Y que los habitantes de estas regiones, más altos que nosotros, decidieron refugiarse del frío y la nieve del exterior excavando ciudades en las que la temperatura era constante. Como aquí, que nunca baja de los 10 ó 12 grados». Andrew Collins, junto a autores bien conocidos en los países anglosajones como Graham Hancock, Rand Flem-Ath o Colin Wilson, defiende que existieron civilizaciones desarrolladas, mucho antes de Mesopotamia o Egipto, que se esfumaron tras la llegada de la última glaciación. Para todos ellos, aquel cambio climático de hace 11 ó 12.000 años colapsó el curso de la Historia y dio pie a leyendas como las del Diluvio -extendida entre todas las culturas del planeta- o la del hundimiento de la Atlántida. ¿Era, pues, Derinkuyu un vestigio de alguna de esas civilizaciones prehistóricas? ¿Era casualidad que en la región del planeta en la que nos encontrábamos hubiera florecido el mito de Shambalah, un mítico reino subterráneo cuyos tentáculos se extienden supuestamente bajo todo el continente de Asia?

abril 17, 2009

La escalera Potemkin

En la ciudad ucraniana de Odesa existe una espectacular escalinata que, curiosamente, obtuvo su nombre a partir de una película: la escalera Potemkin. Es uno de los símbolos de la ciudad y conecta su casco viejo con la zona portuaria del mar Negro. También ha sido conocida como Escalera de Richelieu, Escalera del Bulevar, Escalera Primorsky o Escalera Gigante.No obstante, lo más interesante de esta escalera de 192 escalones y 142 metros de longitud, cuya construcción se dio entre 1837 y 1841, es que la misma fue construida con la intención de ofrecer al peatón una ilusión óptica muy particular dependiendo de dónde esté el mismo parado. Si se la mira desde abajo, solo se ven los escalones. Mientras que si se la mira desde arriba, solo se verán los descansillos.

abril 14, 2009

El Necronomicón

El Necronomicón es sin duda la creación de H. P. Lovecraft más conocida en la cultura popular, incluso por gentes que jamás han leído a Lovecraft. Prescindiendo de las “materializaciones” del libro a cargo de diferentes Necronomicón es el libro que contiene lo relativo a las leyes de los muertos.


Según H.P. Lovecraft, el arte oscuro de sus obras está vivo en un libro de saberes arcanos y magia ritual cuya sola lectura provoca la locura y la muerte (el Necronomicón). Pueden hallarse en él fórmulas olvidadas que permiten contactar con unas entidades sobrenaturales y cósmicas de un inmenso poder. También incluye una gran cantidad de rituales para despertar de su sueño eterno a los antiguos, quienes desean recuperar lo que alguna vez fue suyo.
Según esta obra, el libro fue escrito con el título de Kitah Al-Azif (en árabe: "el rumor de los insectos por la noche") alrededor del año 738 d.C. por el poeta árabe Abdul Al-Hazred
(cuyo nombre original podría haber sido Abdala Zahr-ad-Din, o Siervo-de-Dios-Flor-de-la-Fe), de Saná (Yemen). Se dice que Al-Hazred murió a plena luz del día devorado por una bestia invisible delante de numerosos testigos, o que fue arrastrado por un remolino hacia el cielo.
También cuenta que hacia el año 950 fue traducido al griego por Theodorus Philetas y adoptó el título actual griego: Necronomicón. y que comenzó a tener una rápida difusión entre los filósofos y hombres de ciencia de la Baja Edad Media. Sin embargo, los horrendos sucesos producidos en torno al mismo hicieron que la Iglesia Católica lo condenara en el año 1050. En el año 1228 Olas Wormius
tradujo el libro al latín, en la que es la versión más famosa, pues (siempre según la ficción lovecraftiana) aún quedan algunos ejemplares de ella, mientras que los originales árabe y griego se han perdido (o al menos eso es lo que se cree).

El Necronomicón aparece en gran parte de los escritos de Lovecraft, que cita también otros libros de magia, como De vermis mysteriis (que se traduce del latín como "Sobre los misterios del gusano") y Le culte des goules (que en francés quiere decir "El culto de los gules
"), atribuido al Conde D'Erlette (un guiño a August Derleth, miembro del "Círculo de Lovecraft").

El Necronomicón se encuentra dividido en cuatro partes:

  • Libro I: Cuenta las grandezas de los Primigenios y sus legiones; y el esplendor de los Dioses.
  • Libro II: Habla sobre lo acontecido en el año de la muerte y el temido Nyarlathotep.
  • Libro III: Narra acerca de la magia, de sus rituales, y secretos.
  • Libro IV: Aquí se describe lo escrito en el Libro del Destino, que anuncia lo que sucederá en la sagrada Orden.

Marketing literario.
En una carta de 1937 dirigida a Harry O. Fischer Lovecraft revela que el título del libro se le ocurrió durante un sueño.
Lovecraft abunda en datos para hacer verosímil la existencia del libro. Por ejemplo cita como uno de sus compiladores a Ibn Khallikan, erudito iraní o árabe que existió realmente.


De hecho, el famoso árabe loco Abdul Alhazred no es más que un apodo que él mismo se puso en la infancia, inspirado en la reciente lectura de Las mil y una noches (Alhazred = all has read, el que lo ha leído todo).
Lovecraft logró hacer un excelente engaño al dar presuntos datos respecto al Necronomicón. Por ejemplo, señalaba que quedaban muy pocos ejemplares de tal libro "prohibido" y "peligroso". En el cuento "El horror de Dunwich" se ubican ejemplares en la Universidad de Buenos Aires, en la Biblioteca de Widener de Harvard, la Biblioteca Nacional de París, en el Museo Británico y en la inexistente Universidad

de Miskatonic en la ciudad de Arkham (que aparece repetidamente en los cuentos de Lovecraft). Tanto es así que muchos creen efectivamente en la existencia de tal libro y se han dado casos de sujetos estafados al comprar los supuestos "originales" del Necronomicón.
Sin lugar a dudas, este libro tiene la fama de dar pie a las más grandes confusiones. Se pueden encontrar páginas en internet
que pretenden desvelar sus misterios y hasta lugares donde se ofrece a la venta. Es frecuente que se cometan estafas, ofreciendo "ejemplares del Necronomicón" réplicas de grimorios medievales.

Una leyenda urbana cuenta que una vez un estudiante de alguna universidad del mundo gastó la broma de incluir su ficha en el registro de la biblioteca y así el Necronomicón fue pedido insistentemente (incluso por profesores). Se dice que Jorge Luis Borges creó una ficha sobre el mismo en la Biblioteca Nacional de Argentina, así como que en el catálogo de la Biblioteca de Santander (España) aparecía también una versión latina del libro.

Numerosos escritores y artistas han intentado hacer realidad esta ficción, con lo que se han publicado muchos libros con este título. Normalmente se procura mantener el misterio y en el mismo libro no se incluyen aclaraciones explicando que es falso. Algunos de estos ejemplares son simples listados de los primigenios más conocidos, junto a símbolos y oraciones sin significado imitando burdamente el estilo de Lovecraft, pero existen también algunos muy cuidados, valiosos y dignos de colección. Por problemas de derechos de autor, algunos de ellos no contienen las frases que Lovecraft inventó como citas del Necronomicón en sus relatos.

El extraordinario dibujante H. R. Giger publicó una recopilación de sus dibujos bajo el título Giger's Necronomicon, en dos volúmenes, en una edición muy cuidada pensada para coleccionistas (encuadernados en piel negra, 666 ejemplares, con un holograma escondido). La editorial española La factoría de ideas ha publicado también con este título un libro de relatos escritos por seguidores de Lovecraft. Cabe destacar el Necronomicón de Donald Tyson (publicado en 2004 por Edaf), escrito como la biografía en primera persona de Abdul Alhazred, siguiendo el estilo literario de los escritores árabes, y que recoge y explica todos los mitos y ciudades que aparecen en los relatos de Lovecraft, incluyendo la explicación del origen del mundo con el estilo trágico de Lovecraft.