Desde el comienzo, la ejecución mediante este método se convirtió en un espectáculo popular. La estructura de la guillotina estaba pintada de un color rojo vivo y la cuchilla estaba de un color reluciente, todo esto, en un estrado a lo alto para que toda la plaza no se perdiera del acto. Con la puesta en funciones de la guillotina, circuló un rumor que le dio un matiz dramático a esta herramienta de ajusticiamiento. Algunas personas que tuvieron contacto con las cabezas de los ejecutados comentaban que estas respondían a ciertos estímulos, e incluso una que otra podía hablar, permaneciendo vivas por unos segundos. Nunca pudo saberse con exactitud si estas afirmaciones estaban científicamente comprobadas o no era más que ilusiones, fantasías o una forma de llamar la atención. Para el siglo XIX, las ejecuciones se habían convertido en un asunto de espectáculo nacional. Todas las mañanas la plaza recibía multitudes para ver quien era el siguiente en morir. Para los ejecutados, la muerte por la guillotina ya pasaba a ser una forma épica de morir. Para evitar que la pena capital dejase de ser un acto heroico en lugar de un castigo, se ordenó pintar de color madera bastante oscura los pilares, y de color negro la cuchilla. Así mismo, se quitó la plataforma para que el artefacto se ubicara al ras del suelo. De esta forma la ejecución por la guillotina pasó a ser un acto menos excitante y popular.
En el siglo XX el romanticismo de la guillotina había desaparecido. Dejó de ser un espectáculo que congregaba gran público, y empezaron las primeras manifestaciones contra esta cruel forma de ejecución. Cuando los alemanes tomaron Francia durante la Segunda Guerra Mundial, la guillotina fue utilizada para ajusticiar a los políticos que se oponían al nuevo régimen. Fueron ejecutados 20000 personas, más que en toda la Revolución. La decadencia de este aparato llegó a tales extremos que en sus últimos años sólo se ejecutaban a delincuentes de baja calaña, totalmente diferente a los grandes criminales o gobernantes que hacían daño a Francia. La guillotina dejó de existir en 1977, cuando el gobierno aprobó la ley que prohibía su uso. Había durado 185 años.