Por su tamaño es el mayor manuscrito medieval del mundo. Esta enigmática obra que causa asombro, admiración y extrañeza, fue robada por tropas protestantes suecas del Castillo de Praga durante la guerra de los Treinta Años, en el siglo 17. En esta prolongada contienda se enfrentaron el bando católico y el protestante.
La guerra de los Treinta Años empezó en 1618 en Praga como un enfrentamiento entre los estamentos protestantes checos y la casa de los Habsburgo, fiel al catolicismo ortodoxo. Los Habsburgo reinaban en Bohemia desde 1526 después de haber quedado vacante el trono checo. La defenestración de altos cargos católicos por nobles protestantes, en el castillo de Praga, acaecida en verano de 1618, fue el detonador de una conflagración internacional en la que se enfrentaron durante 30 años en el continente europeo la Unión Protestante y la Liga Católica. Aunque pudiera parecer que en esa contienda religiosa nada beneficiaría más a las tierras checas que el avance victorioso de las tropas protestantes, la última fase de la guerra demostró que sus soldados pillaban al igual que las huestes del bando católico. En julio de 1648 cuando ya se acercaba el fin de la guerra, las tropas suecas del bando protestante tomaron a traición la ciudad y el castillo de Praga. En vez de entregarse al habitual robo, los suecos se interesaban por un botín muy específico: cumpliendo las tajantes órdenes de la reina sueca Cristina, en el castillo de Praga saquearon las colecciones de obras de arte y de objetos raros, reunidas por el emperador Rodolfo II. Como botín de guerra fueron trasladados a la capital sueca, Estocolmo, cuadros y esculturas de inestimable valor...y también un gigantesco libro manuscrito. Según fuentes de la época,"a dos hombres les costó cargar con el libro, tan pesado era". El voluminoso códice fue inscrito en el catálogo de las colecciones de la soberana sueca como una misteriosa rareza, como obra diabólica de un monje, enterrado vivo en una pared.
El gigantesco libro, denominado Códice Gigas y conocido también como "la Biblia del Diablo", es por sus dimensiones de 90 por 50 centímetros el mayor manuscrito medieval y también uno de los más misteriosos. Las primeras referencias a la Biblia del Diablo se remontan a 1295, pero se supone que el manuscrito es todavía medio siglo más antiguo. Más de 160 burros tuvieron que ser sacrificados para que se obtuvieran las pieles necesarias para la confección de suficiente cantidad de pergamino. El manuscrito contiene en sus 300 páginas las versiones latinas de la Biblia y de la Crónica Checa del canónigo praguese Kosmas del siglo 12. La presencia de estas dos obras en el códice no sorprende. Lo que sí causa asombro es el hecho de que el manuscrito contiene también dos trabajos del historiador judío José Flavio que viviera en Roma en el primer siglo de nuestra era, los famosos "Orígenes" del arzobispo San Isidoro de Sevilla del siglo VII y tratados sobre el cuerpo humano del médigo griego Galeno. Es también fascinante la primorosa decoración del manuscrito. Todo indica que el genial escribano que había creado esta prodigiosa obra, dedicara a su creación toda la vida.
La leyenda dice, no obstante, que el extraño manuscrito es obra de un monje escribano que vendiera su alma al diablo. Antes del invento de la imprenta, los monjes esribanos eran muy apreciados. Las manos embalsamadas de algunos escribanos muy diestros se guardaban en los relicarios de los conventos europeos mucho tiempo después de su muerte. Las extraordinarias habilidades de los monjes escribanos dieron origen a numerosas leyendas. Una se refiere a la creación de la Biblia del Diablo: hace mucho tiempo vivía en un pequeño convento de benedictinos, en el pueblo de Podlazice, en Bohemia Oriental, un monje que había cometido un grave delito. La comunidad religiosa dictó su implacable veredicto: como castigo, el monje sería enterrado vivo en el interior de un muro. El desesperado monje ofreció que para la expiación de su culpa y una mayor gloria del convento benedictino escribiría en una noche el mayor libro jamás visto en el mundo. Nadie se lo creía, pero al final le trajeron una pluma, gran cantidad de pergamino y un tintero, y el monje se puso a copiar la Biblia. Escribía lo más rápidamente que podía, consciente de que estaba en juego su vida, pero a media noche se dio cuenta de que no acabaría la obra a tiempo. Llamó entonces al diablo para que le echara una mano. Éste apareció en un instante y el monje le vendió el alma a cambio de su ayuda. El libro fue terminado al amanecer. Era un espléndido manuscrito que ocultaba en sus páginas la imagen del propio diablo, reza la leyenda.
A principios de 1990 el presidente Václav Havel anunció su propósito de solicitar a Suecia la devolución de por lo menos una pequeña parte de las colecciones sustraídas por las tropas de ese país en Bohemia durante la guerra de los Treinta Años. La respuesta de los suecos fue tajante: calificaron de "dudosa" la exigencia de Havel ya que, según dijeron, de esta manera "podrían empezar a vaciarse todos los museos europeos". Al mismo tiempo dieron a entender que ni siquiera a una instancia directa de las autoridades checas devolverían la Biblia del Diablo. El enigmático manuscrito sigue en Estocolmo.
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