Teniendo en cuenta que las campañas se alargaban en el tiempo durante meses, no es de extrañar que el rey buscara su comodidad durante las mismas, pero es que el dato es tremendo: las tiendas del rey una vez montadas ocupaban 372 metros cuadrados. Es decir, el tamaño de un campo de fútbol no muy grande. No seré yo quien me oponga a la forma de ver las cosas de los reyes, pero creo que con un poco menos ya se podía haber sentido cómodo. Y es que aquí no acaba la cosa porque aparte de estos dos carros el rey llevaba otro con su objeto favorito: una casa de madera. Es decir, tres carros llenos de tiendas para montar un complejo del tamaño de un campo de fútbol, y además, su propia casa de madera, que estaba diseñada de tal forma que se componía de secciones y se podía montar y desmontar en cada parada de la campaña.
Para concluir, sólo me resta aclarar que lo que hizo Enrique VIII en este caso no era algo típico. No era normal que el rey se involucrara tanto en las campañas y por supuesto, no era normal que el rey transportara consigo tal despliegue de alojamientos.
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