Aparecería en escena un escritor y pintor que, tras presentarse bajo su seudónimo de Dorgelés, suministraría pruebas irrefutables demostrando que Rafael Boronali era en realidad un burro llamado Lolo. Dorgelés, cuyo verdadero nombre era Ronald Lecavelé, había planeado todo con un amigo. Poco tiempo antes de la exposición habían llevado a Lolo a un lugar tranquilo y, tras ponerlo de espalda a un lienzo, procedieron a atarle varios pinceles en la cola. Una vez que todo estuvo en su lugar, solo alcanzó con ofrecerle varias zanahorias a Lolo para que éste, tan feliz, moviese su cola en un vaivén interminable.
Los críticos se convertieron en el hazmereír de todo París, y el interés por la obra crecería a tal punto que la misma terminaría siendo vendida en la para nada módica suma de 400 francos. Al momento de la broma, Dorgelés tenía 24 años. Y si bien su intención no era la de criticar a los artistas en sí, sino a los críticos de arte, ganaría varios enemigos en el proceso.
Los críticos se convertieron en el hazmereír de todo París, y el interés por la obra crecería a tal punto que la misma terminaría siendo vendida en la para nada módica suma de 400 francos. Al momento de la broma, Dorgelés tenía 24 años. Y si bien su intención no era la de criticar a los artistas en sí, sino a los críticos de arte, ganaría varios enemigos en el proceso.
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