enero 19, 2009

El archivo secreto del Vaticano

El Vaticano se ha ganado su fama a pulso. Aparte de sus archivos, son varios los secretos que rodean al Vaticano. La muerte del papa Luciani –Juan Pablo I– quedó envuelta en el misterio cuando no se le practicó la autopsia y hay quien la relaciona con el gran escándalo que sacudió a la Iglesia a principios de los años 80: la quiebra del Banco Ambrosiano, la polémica de las finanzas vaticanas y la logia masónica P-2. A ellos hay que sumar el asesinato del jefe de la Guardia Suiza en 1998. Tras la muerte de Juan Pablo II, el Vaticano comenzó de nuevo a ser el objetivo de los periodistas sensacionalistas, al generarse todo tipo de datos y rumores en los momentos más cruciales, como aquel que decía que la tumba del papa Silvestre II rezumaba un extraño líquido previo a la muerte del pontífice. Una superstición falsa, como tantas otras, pero que sirvió para que la Santa Sede, una vez más, estuviese en el candelero de los chascarrillos.

¿Son secretos los archivos del Vaticano?
El nombre de Archivos Secretos del Vaticano y el hecho de que hayan sido prácticamente inaccesibles para periodistas y fotógrafos hasta hace poco tiempo, ha impregnado muchos de sus recintos de una atmósfera de misterio que ha excitado la curiosidad y alentado la especulación. La existencia de una Riserva, antiguamente llamada la “sección cerrada”, puede haber contribuido a esta idea de secretismo, ya que contiene libros y documentos que pueden ser examinados únicamente con el permiso del prefecto. Hoy sabemos que es un depósito de material histórico valioso, que contiene por ejemplo las actas del juicio de Galileo y el Tratado de Paz de Tolentino entre la Santa Sede y Napoleón. Los Archivos Secretos y la Biblioteca Vaticana son instituciones separadas. Los archivos son los documentos de trabajo de la curia: correspondencia referente a asuntos diplomáticos y a la vida interior de la Iglesia. En cambio, la Biblioteca Vaticana, ubicada en el Cortile del Belvedere del Vaticano, es una colección de trabajos individuales, como las demás bibliotecas, y su contenido de más de un millón y medio de ejemplares se centra en temas religiosos –entre ellos está el Codex Vaticanus, el manuscrito más importante del Nuevo Testamento que data del siglo IV–, filosofía, historia del arte, etc. Siempre se ha dicho que las tres bibliotecas que contienen los mejores manuscritos de ciencias ocultas son la de El Escorial, la de la Soborna y la del Vaticano, por no hablar de temas referentes al sexo… Uno de los rumores más insistentes sobre su contenido es la mención de una colección de “repugnantes y lascivos” documentos que harían sonrojar hasta a un cardenal rijoso, del estilo de los que hay en L’Enfer –El Infierno– de la Biblioteca Nacional de París o en la Private Case del British Museum. Por cierto, a partir del 15 de julio de 2007 la Biblioteca Vaticana cerró sus puertas para reformar el edificio y organizar e informatizar todo ese ingente material. Calculan que tardarán tres años como mínimo para que podamos ver por Internet una Biblia hebraica comentada en arameo de 63 kg, o manuscritos de Leonardo da Vinci, Erasmo y Napoleón.

La regla de los cien años
Pero el nombre de Archivos Secretos no es sólo un eco del pasado, aún contiene fuertes elementos de secreto bajo la “regla de los cien años”, que hace inaccesibles la mayoría de los documentos del siglo XX. Este largo límite temporal no lo tienen los Archivos Estatales de Roma, que están cerrados a los últimos 30 o 50 años. Sorprendentemente, el 15 de febrero de 2003 el Vaticano abrió parcialmente sus archivos secretos de la época previa a la Segunda Guerra Mundial. Eran 640 documentos disponibles para aquellos investigadores que elevasen una petición oficial, y que cubren el período 1922-1939. Se trata de una excepción que vulnera la regla de los cien años, con la idea de limpiar el nombre del Papa Pío XII, acusado por organizaciones judías de haber hecho muy poco para denunciar el Holocausto. Durante los años previos a la guerra, quien luego sería Pío XII era nuncio vaticano ante Berlín y su actuación no fue muy clara ni contundente contra los abusos del nazismo. La Santa Sede explica que su silencio se debió al temor de poner aún más en peligro la vida tanto de católicos como de judíos. El Vaticano aclara que muchos de los legajos del período 1931-1934 fueron “prácticamente destruidos o dispersados” durante los bombardeos aliados contra Berlín y por un trágico incendio. Entretanto, los documentos que abarcan el período 1939-1949 y que tratan sobre los prisioneros de guerra, saldrán del archivo en una segunda instancia.

Informatizando el pasado
Y es que las nuevas tecnologías han llamado por fin a las puertas de la Iglesia. Desde hace unos diez años existe un sitio web que remite a la página oficial del Vaticano: http://www.vatican.va/ accesible en seis idiomas, incluido el español. La digitalización primero de las obras de arte de los Museos Vaticanos y luego de su biblioteca, intenta matar dos pájaros de un tiro: extiende la difusión cultural de sus tesoros a todo el mundo, y los preserva del paso del tiempo. Ayudado por la empresa Hewlett-Packard, está digitalizando los archivos y tan sólo la biblioteca da vértigo: más de 150.000 manuscritos en todo tipo de soportes –papel, papiro, pergamino…–, 8.300 incunables de los 10.000 que existen en todo el mundo –de los cuales 65 son de pergamino–, 1.600.000 volúmenes impresos –antiguos y modernos–, 100.000 impresiones sueltas y 300.000 medallas y monedas. En otras palabras, una biblioteca con 85 km de estanterías entre salones, pasillos, armarios y librerías que contienen la mayor parte de los documentos oficiales de la Santa Sede desde 1198 y un archivo secreto con 40 km de estanterías subterráneas. Dos auténticas máquinas del tiempo. Poco a poco van saliendo a la luz documentos esenciales para la historia del cristianismo y de la humanidad en general. Denominarlos “Archivos Secretos” empieza a ser un eufemismo, pues desde enero de 2006 pueden hojearse algunos de ellos en la citada página web. En una de sus secciones se puede ir a la información de su Biblioteca Apostólica Vaticana y en otra al Archivo Secreto donde se habla de sus orígenes, de su historia y hasta de su contenido. ¿De todo su contenido? Ahí está la clave y diríamos que su auténtico secreto… No son todos los que están, es evidente, pero los que están, calificados como “documentos de la historia”, son verdaderas “joyas”: el pergamino de absolución del papa Clemente a los superiores de los templarios de 1308, la carta autógrafa de Miguel Ángel Buonarroti al obispo de Cesena de enero de 1550, las actas del proceso contra Galileo Galilei desde 1616 a 1633, la carta consistorial de Urbano VIII relativa a la canonización de Francisco Javier del 6 de agosto de 1623 o la bula Exsurge Domine de León X amenazando con la excomunión a Martín Lutero el 15 de junio de 1520. En el Vaticano aseguran que ya no se usa el calificativo de “secreto”, sino que prefieren usar la expresión “Archivo Central”. Aún así, su consulta no estará abierta a todo el mundo, ya que sólo tendrán acceso al grueso de la documentación, como hasta ahora, los investigadores. Un comentario recurrente es que en sus sótanos se guardan miles de reliquias y de documentos comprometedores sobre la Iglesia católica desde hace siglos cuyo contenido es top secret o, en el mejor de los casos, sólo se han dado a conocer con cuentagotas, reservándose lo más trascendente. ¿Será cierto? Sólo hay que fijarse en las reticencias para dar a conocer el tercer secreto de Fátima o el casual hallazgo del acta exculpatoria de los templarios, por poner tan sólo dos ejemplos, para darnos cuenta de que lo que va saliendo a la luz es la punta del iceberg de los más de 40 km de estanterías repletas de textos que representan 800 años de historia.

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