Nos cuenta Herodoto, considerado uno de los padres del registro de la historia, que el faraón Psammetichus I estaba determinado a determinar el origen de todas las lenguas. Ardua fue la tarea de discernir la manera en cómo esto se llevaría a cabo y mucho tiempo llevó el tomar la decisión. No obstante, un día se concluyó que si existía una lengua original esta tendría que ser natural, ya que de lo contrario ¿cómo se aprendería un lenguaje sin saber otro previamente?. El faraón entregó a dos recién nacidos a dos pastores de distintas regiones, les dió dinero y ordenó bajo amenaza de muerte que cuidaran a los niños fielmente y evitaran a toda costa que éstos escucharan palabra alguna. Junto a sus órdenes estaba la de permanecer atentos a la primer palabra del niño y tomar registro de esta.
Obedientes ante el faraón los pastores cumplieron al pie de la letra las instrucciones, hasta que un día, uno de los niños produjo su primer palabra -o más exactamente su primer balbuceo-: “Bekos”. El pastor creyó escuchar una palabra que asoció inmediatamente con el idioma frigio, en el cual un sonido parecido a “bekos” se utilizaba para referirse al pan o la comida. Inmediatamente viajó hacia el faraón y tras el encuentro le comunicó que el niño, sin haber escuchado anteriormente palabra alguna, pronunció "bekos" pidiéndole comida. Tras este evento los egipcios quedaron convencidos que los frigios eran los antecesores, y por ende, la gente más antigua en haber caminado por el mundo. Durante mucho tiempo se creyó que esta era una leyenda que Heródoto había mal interpretado. Sin embargo, el hecho de que Psammetichus I sí haya estado interesado en las lenguas, y el que los egipcios creyeran a los frigios verdaderamente anteriores, le da cierto peso.
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