octubre 31, 2008

Conflicto de instintos

Millones de años de evolución fueron dotando a los distintos organismos del planeta con ciertos comportamientos y conductas arraigadas en lo profundo de su genética. Es por esta razón, a causa del juego evolutivo de la supervivencia, comportamientos heredados e instintos pueden ser, especialmente en el reino animal, encontrados por doquier. Desde pájaros que, separados de su especie incluso antes de romper el cascarón, son capaces de cantar las canciones de su especie; hasta los más básicos instintos de conservación hallados en toda la naturaleza.
De todos estos, no obstante, hay, al menos en los mamíferos, ciertos instintos y conductas con mayor precedencia que otras. Siendo, sin duda alguna, el instinto materno uno de los más fuertes que se puedan observar. Tan fuerte, básico y predominante que muchas veces logra borrar las barreras entre presa y predador, anulando así cualquier instinto de caza y llevando a uno de los comportamientos más espectaculares observables: La adopción de la presa por parte del predador.


El siguiente caso fue uno de los primeros registrados. Una leona en Samburu, Kenia, que, posiblemente tras haber perdido su propia cría, adoptara nada más y nada menos que a una cría de oryx, irónicamente un animal perteneciente a la especie que conforma una de las principales fuentes de alimento de los leones de la región. La leona intentaría cuidar al pequeño animal durante dos semanas, dándole comida, que por supuesto este no podía consumir al ser vegetariano, y protegiéndolo de otros predadores de la región. No obstante, y desafortunadamente, el joven animal moriría al poco tiempo, ya que la leona, más allá de su monumental esfuerzo por cuidarlo, no podría alimentarlo debidamente al ser tan diferente. Este caso es documentado en el magnifico documental El Corazón de una Leona.

Otro magnífico ejemplo de maternidad es la historia de Legadema ocurrida en el delta de Okavango, un leopardo hembra que tras haber cazado a una hembra papio, encontrara su cría e instantáneamente decidiera adoptarla como su hija, rescatándola de un grupo de hienas que, tras oler la sangre de la madre, se acercara furtivamente al árbol en el que se encontraban. Lo apasionante del caso, es que Legadema no llevó consigo al pequeño primate por curiosidad, sino que lo adoptó. Algo notable al observar el lenguaje corporal del leopardo, el cual es correspondiente al exhibido por un felino hembra con sus cachorros.

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