El cachorro sería llamado Owney, y se criaría entre paquetes y bolas con sobres y notas. Rápidamente descubrió que los trenes eran un excelente refugio al frío neoyorquino. Refugio que, curiosamente, siempre lo hacía despertar en un lugar distinto del que se había ido a dormir. No obstante, no importaba cuan lejos terminase de la oficina en Albany, Owney siempre encontraba el camino de vuelta. Viendo esto, los trabajadores decidieron ponerle un collar y una chapa identificatoria.
Pasarían los años y los cientos de viajes y la historia del “perro de la suerte” (título que obtuvo ya que ninguno de los trenes en los cuales viajó sufrió accidentes o atracos) correría por todas las estaciones. Eventualmente se haría costumbre el ponerle una medalla o etiqueta de correo indicando el lugar por el que había andado en su travesía. Tarea simple gracias a su carácter amistoso y festivo. Sin embargo, sus aventuras no sólo se confinarían a los trenes ni al territorio de los Estados Unidos, sino que llegaría a subirse en barcos a vapor y, junto al correo internacional, llegaría a conocer Asia y Europa, siempre siendo enviado de nuevo a su hogar gracias a su medalla la cual le indicaba como “Propiedad de la oficina postal de Albany”.
Owney acumularía durante 11 años de aventuras alrededor de 1017 medallas, estampillas y otras identificaciones que marcaban la infinidad de destinos a los que sus patas habían tocado suelo. Incluso hasta sería filmado y fotografiado. Su muerte llegaría en 1897 a causa de una herida de bala, “accidente” del que nadie nunca supo el verdadero por qué. Hoy su cuerpo embalsamado junto a sus medallas, cartas y notas recibidas, se encuentran en exposición en el Museo Postal.
Owney acumularía durante 11 años de aventuras alrededor de 1017 medallas, estampillas y otras identificaciones que marcaban la infinidad de destinos a los que sus patas habían tocado suelo. Incluso hasta sería filmado y fotografiado. Su muerte llegaría en 1897 a causa de una herida de bala, “accidente” del que nadie nunca supo el verdadero por qué. Hoy su cuerpo embalsamado junto a sus medallas, cartas y notas recibidas, se encuentran en exposición en el Museo Postal.
No hay comentarios:
Publicar un comentario