En el norte de Britania los romanos se vieron obligados a levantar un muro entre los años 122 y 132. Por entonces, Britania era Roma y por lo tanto Adriano era su emperador. Los ataques de tribus como los pictos provenientes del norte obligaron a buscar una defensa sólida y contundente. La paz romana era mantenida así dejando a sus enemigos fuera de sus dominios. Uno punto ocho metros de grosor (hasta los 3 metros según otras fuentes) y más de 110 kilómetros de largo, desde Solway hasta el río Tyne eran una seria barrera. Además, cada milla romana, es decir, cada 1.480 metros, se alzaba un torreón fortificado que servía como refuerzo de la defensa y como punto de vigilancia. La altura del muro estaba entre los 3,6 y 4,8 metros. Aunque el muro de Adriano es el más famoso, también se construyó el muro de Antonino Pío, con la misma filosofía pero situado más al norte. Este nuevo muro fue mucho menos efectivo y fue abandonado al poco tiempo. A pesar de que estas barreras fueron superadas en varias ocasiones por los enemigos, hasta el año 383 el muro de Adriano se mantuvo como elemento defensivo y sobretodo como frontera de la Britania Romana.
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